Los egipcios tenían centenares de dioses, algunos de los cuales
eran venerados en determinadas ciudades o regiones, mientras que otros lo eran
más dilatadamente. Algunos dioses adoptaban la forma de criaturas tales como
vacas, toros, leonas, monos o cocodrilos; otros de fuerzas cósmicas, como el
Sol y la Luna, las estrellas y el cielo. La razón de que existiera esa cantidad
de dioses, y las conflictivas y, por lo general, contradictorias creencias mantenidas
en torno a ellos, hay que buscarla en el pasado de Egipto. Para unificar el
país, la religión del Estado hubo de absorber numerosos cultos locales, muchos
de ellos nacidos, tal vez, en la adoración de primitivos tótems u objetos sagrados.
Algunos de esos cultos se combinaron entre sí, otros siguieron siendo como siempre
habían sido, e incluso los intentos posteriores de formar "familias" de dioses
no prosperaron ni siquiera en la simplificación del panteón. Hubo, sin embargo, una tendencia a unificar en un solo dios las
funciones de diferentes divinidades locales, y ciertos dioses, patrocinados
por los faraones y venerados en las mayores ciudades y en los templos más espléndidos,
alcanzaron el carácter de dioses nacionales. Tales fueron Horus, el dios personal
del rey; Ptah, el dios de Menfis; Ra, el dios-sol de Heliópolis; Hathor, la
vaca diosa, patrona especial de las mujeres, y Amun (o Amon-Ra), quien en el
Nuevo Reino se convirtió en el más importante y poderoso de todos los dioses
de Egipto.
Dioses Egipcios .Más y menos importantes
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