"El tribunal de las almas"
El muerto debía comparecer ante el tribunal del dios Osiris para conocer lo que sería su vida futura. Esta divinidad administraba justicia en una gran sala, rodeada de cuarenta y dos demonios, uno por cada distrito en que estaba dividido el antiguo Egipto, y el difunto debía declararse inocente de una pecado ante cada uno de ellos. Estos cuarenta y dos pecados pueden ser resumidos en las siguientes categorías: blasfemia, perjurio, asesinato, lujuria, robo, mentira, calumnia y falso testimonio. Y para alcanzar la bienaventuranza, el muerto debía demostrar que había dado de comer a los hambrientos, de beber a los sedients, vestido a los desnudos y facilitado la travesía del río a quienes carecían de embarcación.
Los condenados por el tribunal de Osiris eran precipitados al fuego o al agua hirviendo o arrojados a un monstruo, mezcla de cocodrilo, león e hipopótamo, para ser despedazados.
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